Desde los inicios de la humanidad, la producción, el control y el uso del fuego han sido determinantes en la evolución de la especie humana. La primera Era energética comenzó hace más de 300.000 años, cuando la humanidad empezó a utilizar la energía obtenida del fuego quemando biomasa. Mediante el control de esta poderosa energía, los seres humanos dieron forma al espacio que ocupaban y se moldearon como individuos, tanto física como cognitivamente, y como seres sociales.
Durante el Neolítico, el fuego fue decisivo en la creación y expansión de las sociedades pastoriles y desempeñó un papel clave en la modificación de los paisajes de Europa. Los fuegos tradicionales, rurales, autóctonos o indígenas han coexistido con los fuegos naturales desde la ocupación humana del continente europeo. Los fuegos asociados a las comunidades tradicionales han creado un paisaje heterogéneo. En las denominadas sociedades tradicionales, rurales y autóctonas se mantienen los usos ancestrales del fuego, con fines muy diversos: renovar pastos, deforestar para abrir nuevas zonas de pasto y plantar cultivos agrícolas, fomentar y facilitar la caza, gestionar la biomasa y reducir el combustible, estimular la fructificación, controlar plagas y enfermedades, controlar animales salvajes, ampliar zonas habitacionales o con fines culturales y ceremoniales.
A lo largo de los siglos, aunque estos usos del fuego estaban destinados a mantener un sistema de subsistencia para las comunidades humanas, también han aportado beneficios para la conservación de la biodiversidad y el mantenimiento de los paisajes. El fuego puede desempeñar un papel negativo o positivo para las comunidades humanas y los ecosistemas, dependiendo de cómo, cuándo y dónde se produzca.  
Con el inicio de la industrialización en Europa a partir del siglo XVIII, se inició poco a poco un proceso de cambios socioeconómicos que tuvieron un fuerte impacto en las zonas rurales, como la migración de la población rural a los centros urbanos, la motorización de la agricultura, la intensificación de la explotación agrícola, la introducción de fertilizantes inorgánicos y los cambios en los regímenes de propiedad (privatización de las tierras comunales). Las nuevas sociedades, esencialmente urbanas y urbanizadas, ejercen una fuerte influencia en las zonas rurales, provocando la exclusión del fuego del paisaje, lo que ha distorsionado la importancia del fuego antropogénico en los procesos ecológicos de los ecosistemas adaptados y dependientes del fuego.
A partir de los años setenta, el fuego se reintrodujo en los bosques europeos como herramienta de gestión del combustible, adoptando la formación de fuego prescrito practicada en EE.UU., conocida como fuego prescrito o fuego técnico (fuego controlado en Portugal), promovida esencialmente por las instituciones estatales con competencias en gestión forestal y lucha contra los incendios forestales.
Los cambios acumulados que han tenido lugar en las zonas rurales de Europa han provocado que los incendios forestales se comporten ahora de forma diferente a como lo hacían en el pasado, con una combinación de cambio climático (calentamiento global y cambios en el régimen de lluvias) y cambios en el paisaje (fragmentación, abandono de antiguas prácticas y usos del suelo), que se han agravado desde la Primera Revolución Industrial. En poco más de dos siglos se ha destruido todo un complejo sistema ancestral que se sustentaba en prácticas desarrolladas desde el Neolítico, basadas en la gestión equilibrada de los recursos y donde el fuego era la herramienta transversal para los más diversos fines, promoviendo el mantenimiento de los paisajes.
En la actualidad, las temporadas de incendios forestales en Europa son cada vez más largas e intensas y están afectando gradualmente a todo el territorio europeo. Es en este contexto actual de cambio donde surge la necesidad de devolver el fuego al campo, como forma de mitigar el impacto de los grandes y destructivos incendios forestales que cada año afectan al territorio.
La revitalización de los conocimientos y prácticas tradicionales relacionados con el fuego constituye una estrategia fundamental para adaptarse a las amenazas que plantean los incendios forestales. Por lo tanto, es de vital importancia reintroducir el fuego prescrito (tradicional o técnico) en la gestión de los territorios, hábitats y recursos de las comunidades rurales y aumentar la resiliencia de los paisajes europeos ante los impactos del cambio climático y los riesgos potenciales derivados del mismo.